ARRIEROS DE MAÑAZO
En el documento "Tasa de la Visita General de Francisco de Toledo", efectuada entre 1570 y 1575, se encuentra que el Repartimiento de Mañazo y Vilque había sido encomendado por el licenciado Pedro de la Gasca a Don Alonso Días (sic), y en esa fecha tenía posesión su hijo Don Pedro Arias de Ávila.
El pueblo de Mañazo, muy cercano al pueblo de Vilque, se vincula hacia el norte con Qotaña, Cabana, Cabanilla, Lampa y Pucará, de allí al Cusco. Desde Lampa se tiene el camino de herradura hacia Chivay, al valle del Colca y al valle de Majes. Al oeste, por Ichuña se llega al valle de Tambo, pero también hacia Carumas y al valle de Moquegua; se accede a Omate para llegar a Quequeña, Yarabamba, Characato y Arequipa.
Los antecedentes culturales de Mañazo y sus colindantes están referidos a la cultura Pukara y Colla. En los cerros Pucará, Markahuiri y Coallaqui, cercanos a Mañazo, se ubican sitios arqueológicos, en ellos se tienen grandes muros, caminos, plazas y lugares de enterramientos, canales subterráneos y recintos para viviendas.
Por las condiciones favorables para la ganadería, tanto nativa como hispana, se logró una abundante producción, que por la ubicación en los caminos hacia Arequipa, Moquegua, Cusco y Potosí, se fue estableciendo la actividad comercial con pobladores de la zona, originándose la Feria de Vilque, de convocatoria anual, en la fecha del domingo de Pentecostés.
En dicha feria se comercializaba inicialmente todo tipo de ganado, por lo propicio de la fecha para la calidad de la carne, dado que está concluyendo la temporada de lluvias y el pasto es abundante. Los pobladores que radicaban en Mañazo se especializaron en el traslado de ganado en pie, su matanza y comercio en las localidades de las principales rutas, siendo uno de sus destinos la Villa de Potosí, asiento minero de gran importancia, así como los centros mineros del Norte Potosino, como Aullagas, Uncía y Chayanta, entre otros. Teniendo como lugares de tránsito las ciudades importantes de esa época: Chucuito, Juli y La Paz. También llevaban ganado en pie a los asientos mineros de Puno como Laykacota, Pichacani y San Antonio de Esquilache.
Además de trasladar ganado también llevaban "cargamentos" de todo tipo de productos, como vino, alcohol, coca, vajillas de plata, telas, herramientas, etc., llegando a cada pueblo, villa, ciudad o asiento minero, donde realizaban una feria ambulante que convocaba a toda la población. Realizaban el sacrificio o matanza del ganado que era solicitado, ejerciendo el oficio de matarifes, epíteto con el que se les identificó a los arrieros provenientes de Mañazo desde fines del siglo XVI, como anota el jesuita Ludovico Bertonio, quien residió también en Potosí, en su Vocabulario de la lengua Aymara (1612), quien define: "Mañasu: pueblo así llamado en el Collao", pero añade: "carnicero, por lo que son los de aquel pueblo que compran ganado para vender en la carnicería". Actividad que se fue continuada durante trescientos años, hasta que los modernos sistemas de transporte, como el ferrocarril, empezaron a reemplazar la labor de los arrieros. Pero a los gremios de carniceros y matarifes se les conocía y se autodenominaban en diversas localidades como "mañazos", haciendo alusión a los arrieros y carniceros de Mañazo.
Cuando el Conde de Lemos ordenó el traslado de los pobladores del asiento minero de San Luis de Alba, a la recién nominada Villa de San Carlos de Puno, en 1668, algunos comerciantes de ganado de Mañazo se establecieron en sus inmediaciones, en la parte alta detrás del cerro Huajsapata, ubicando potreros, corrales y canchones para el ganado y poder abastecer a la población de los centros mineros del Manto y Laykacota, cercanos a la Villa, dando origen al denominado "Barrio de Mañazos" que perdura hasta el día de hoy.
En el pueblo de Mañazo se entronizaron varias devociones cristianas, que eran festejadas por su población, continuando hasta la actualidad, entre ellas tenemos: San Santiago, cuya celebración es el 25 de Julio, siendo su devoción relacionada a la tenencia de caballos, lo cual era coherente con su labor de arrieros.
Se tiene la festividad de San Miguel Arcángel, cuya fecha es el 29 de septiembre; figura emblemática que representa el triunfo del bien sobre el mal, así como el valor para derrotar los peligros de la oscuridad, de la noche y de los caminos. A él se encomendaban los arrieros en sus largos viajes. Cabe anotar que en el pueblo de Mañazo hay un monumento público con la estatua de San Miguel Arcángel.
Se veneraba también a La Virgen de La Inmaculada Concepción, el 8 de diciembre, devoción que los jesuitas difundieron por ser razón fundamental en la creación de la Orden. A partir de su estancia en Puno se aunaron a la devoción de la Virgen de la Candelaria, profesada por los indígenas que laboraban en las minas, cuya fecha de celebración era el 2 de febrero.
El 15 de mayo se festeja a San Isidro, el patrón de los toros y de las yuntas de toros utilizadas en labores agrícolas, reafirmando su actividad de criadores y comerciantes de ganado vacuno.
Entre la diversidad de leyendas y mitos de Mañazo, anota Equicio Paxi C. (1998), destaca la relacionada con el cerro o Apu Coallaqui, lugar donde estaría escondida una gran serpiente de oro; y en la laguna Mamacocha, que existe en su cima, habitan toros de oro y plata. Estos toros mitológicos han inspirado la creación y representación de la danza Koro toro, ejecutada por los pobladores de la comunidad de Cori cori, que se encuentra al pie del Apu Coallaqui.
Esta danza es bailada en la festividad del Arcángel San Miguel, y se la puede considerar la antecesora de la llamada "Danza de los Mañazos" y que posteriormente le llamaron "Diablos de los Mañazos", por la presencia de máscaras con cuernos, que en la iconografía cristiana es un atributo del demonio o diablo. En ellos los danzantes simulaban ser toros, portando una máscara con sus respectivos cachos o cuernos, siendo una danza ritual de carácter propiciatorio para la reproducción del ganado, de acuerdo con la tradición altiplánica-andina.
La máscara inicial, hecha con el cuero del rostro del toro, habría sido reemplazada en algunas circunstancias por una de tela, como se puede apreciar en representaciones en parcialidades de indígenas aymaras; muy posteriormente se la confeccionó de yeso y latón, metal brillante como la plata, como se documenta en Puno e Ichu, introduciendo cambios en el diseño; siendo importante la modificación de la boca para hacerla de forma felínica, propia de la imagen del degollador de Pukara, atributo que no es propio del demonio bíblico.
La danza de Machupaya representa la labor del agricultor conduciendo una yunta de toros, acompañado de personajes como el machulo o viejo y su acompañante mujer, la payala. Esta danza es propiciatoria de una abundante labor agrícola, siendo mostrada en el día de San Isidro, pero también se la baila en el día de las Cruces, el 3 de mayo. (E. Paxi).
Otra danza de la zona de Mañazo y Vilque es la que muestra las vicisitudes o sucesos ocurridos durante sus largas travesías como arrieros comerciantes, danza llamada de Mula mula, que también se la denomina Tucumanos o Majeños, en referencia a los lugares a donde realizaban sus viajes o de donde procedían otros arrieros.
De acuerdo a las costumbres y creencias prehispánicas, el sacrificio o muerte de un animal es una acción necesaria pero que debe realizarse con respeto, porque el animal ha sido criado por Pachamama. Por lo que deben hacerse ciertos actos rituales como ofrendarle una bebida y comida ceremonial, alcohol y coca, además de interpretar música con sicus. Luego del sacrificio se enterraban algunas partes o sangre del animal como ofrenda a Pachamama y al Apu. Seguidamente se recogía un guijarro o piedra que simbolizaba otro ganado, en ese caso un toro, que el ofrendante y el comprador del ganado entregaba al vendedor o dueño del toro sacrificado. Este acto de reciprocidad permitía mantener el equilibrio de las relaciones entre las personas y Pachamama.
Esta costumbre era practicada por los arrieros de Mañazo cuando sacrificaban su ganado, como los toros o vacas, que llevaban a los pueblos y asentamientos mineros; costumbres que eran observadas, adoptadas y adaptadas por los comerciantes y matarifes locales.
En esos viajes, que duraban varios meses, cuando llegaba la fecha de San Miguel Arcángel, los arrieros de Mañazo celebraban la festividad de su Santo Patrón, a quien se encomendaban para que les libre de los males y peligros que afrontaban en las noches oscuras en su tránsito por los páramos altiplánicos. Enemigos que podían ser derrotados por el Ángel Guerrero, a quien invocaban cuando era necesario a la voz de: "¡San Miguel!", que era un grito de defensa y ataque. Para su veneración durante los viajes llevaban pequeños retablos con su imagen, así como de San Santiago y de la Virgen de la Candelaria.
Como parte importante de su celebración se interpretaba la danza de Koro toro, empleando las cornamentas de los toros sacrificados a manera de identificación, disfraz y representación, danzando con las botas y espuelas, indumentaria del arriero.
La imagen de San Miguel Arcángel, que acompañaba las procesiones en su festividad y presidía la representación dancística, habría de convertirse en un integrante principal de la danza misma, siendo personificado necesariamente por un miembro prominente del grupo; que es una respuesta cultural altiplánica, la de compartir y alternar con los seres tutelares. Ya que todos los seres, aun los cuerpos de los difuntos, participan de la vida cotidiana de sus familiares vivos. Todo ello pasaba por un proceso de legitimación cultural y social, que implicaba la participación de más personas y una organización con roles definidos, estableciendo jerarquías con responsabilidades dadas. Así, los arrieros y sus "toros" mostraban que su protector: San Miguel Arcángel, participaba con ellos en la danza, con la que le solicitaban su protección frente a los peligros en su trajinar por caminos peligrosos, con bandoleros y asaltantes.
Otra manera de hacer participar a los santos de sus devociones, en las celebraciones, era el llevar a San Felipe en representación de San Santiago, desde Mañazo hasta el pueblo de Vilque, a 10 kilómetros de distancia, el día de la fiesta de su santo patrón, San Martín, el 11 de noviembre. Que era retribuida con la visita de San Martín a San Santiago en el día de su fiesta, el 25 de julio.
La Misión jesuita ubicada en Qotaña, a 13 Km. de Mañazo, realizaba su labor evangelizadora en las poblaciones de su entorno, como eran Mañazo, Vilque, Cabana, Cabanilla y Hatuncolla, principalmente. En 1604 la Compañía de Jesús adquirió el fundo Yanarico y posteriormente los fundos Qotaña y Quari (Cari). Propiedades que eran regentadas desde Arequipa. En ellas tenían una capilla y escuela; a la expulsión de los jesuitas se remataron los fundos en 1771, vendiéndose como Estancia Yanarico. Su actual capilla, trabajada en piedra, fue concluida en 1803.
Si bien la labor de los jesuitas desde Qotaña no era igual a la que realizaban en Juli, sí influían en los sacerdotes que atendían las parroquias de la zona, especialmente de Mañazo y Vilque; además de observar las manifestaciones dancísticas y ceremonias relacionadas al culto católico, a fin de evitar hechos idolátras, paganos o de herejía; influyendo en la representación y explicación o cristianización de las danzas, modificaciones y cambios en la indumentaria y en el nombre de las mismas.
Pero a pesar de ello se fue creando otra danza con los toros, denominándola de las vacas o Huaca huaca, cuya palabra suena similar a la nominación de los sitios sagrados, Huaca, los cuales eran destruidos por ser "lugar del demonio". De esa manera se mantenía vigente en la memoria el nombre de los lugares propicios para la ritualidad ancestral.
En las parcialidades de Acora e Ilave se ejecuta la danza del Tinti huaca, cuyos ropajes son parecidos a los del Koro toro de Mañazo, en ella participa la figura del cóndor. En algunos casos se usaban máscaras de toros hechas con la misma piel de la cabeza del toro; modificando la ubicación del disfraz para ser sostenido con ambas manos a la altura de la cintura, tal como se ejecuta desde hace mucho tiempo hasta la actualidad. Al respecto el viajero Charles Wiener en su obra Perú y Bolivia (1880, p. 413), anota: "Compran en Puno cabezas de buey o vaca con la piel y los cuernos intactos, los hacen secar al Sol, y, en los días de fiesta, los amarran a su cintura, disfrazándose de la manera más extravagante".
La devoción a San Miguel Arcángel se observa en las nominaciones y advocaciones que tienen varias ciudades, como Ilave, Aullagas y Tucumán, entre otras que llevan su nombre, las que se ubican en la principal ruta de los arrieros de Mañazo.
Durante más de trescientos años los pobladores de Mañazo han recorrido los caminos del altiplano, del Perú y Alto Perú (hoy Bolivia), llevando mercadería y arreando ganado, realizando ceremonias de carácter andino y cristiano, ocultando sus creencias prehispánicas en danzas y rituales simbólicos, dándoles una apariencia católica a fin de evitar la represión inquisidora. De ello han devenido manifestaciones culturales como la actual Diablada, que es el resultado de la creación anónima y muchas veces colectiva, superando procesos sociales, políticos y económicos, que influyeron para ser lo que las generaciones pasadas comenzaron y que a la fecha sigue cambiando. Fueron tres siglos de creación, cambios y adaptación a las circunstancias de cada pueblo, en la necesidad del hombre altiplánico de expresar sus convicciones religiosas y culturales en un medio social hostil.
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