DIABLOS DE LOS MAÑAZOS EN EL ALTO PERÚ

La ciudad más importante del Alto Perú durante la colonia fue, evidentemente, Potosí, debido a la producción de plata. Pero habían otros centros mineros como Aullagas y Uncía, de la antigua provincia de Chayanta en el Norte de Potosí. Esta zona ha sido protagonista de hechos históricos trascendentes, no sólo en la época colonial sino también en el siglo XX, por poseer las primeras y más importantes minas de estaño a partir de 1895, que posibilitaron el crecimiento y desarrollo de Oruro, por su cercanía.

En dicha zona, como anota Freddy Arancibia A. (2003), destacaba la danza denominada Tinku, que estaba asociada al sitio ceremonial o huaca de Tanga tanga, que se reconocía como una deidad local. El Tinku, danza ritual de características bélicas o de confrontación entre los campesinos de los ayllus, se protagonizaban en la fecha de San Miguel, el 29 de septiembre, estando los templos de esos pueblos a la advocación de dicho arcángel.

Dadas las disposiciones de la jerarquía católica, al ser maligno: Satanás o diablo, se le asignó el nombre de Supay, así como para nombrar a cualquier deidad o ser andino eclesiástica, utilizaba el apelativo de Tío para referirse a los poderes sobrenaturales, término castellano empleado para llamar respetuosamente a una persona familiar, aunque no se tenga un parentesco directo. Así, la población indígena que era llevada a trabajar en las minas desarrolló el culto al Tío, como espíritu de la montaña o cerros, Apu, ubicándose en los túneles o socavones de las minas; a quien se le hacían diversas ofrendas solicitando su protección, considerando las condiciones inhumanas de trabajo a que eran expuestos.

También se mostraba en el día de San Miguel la figura del "diablillo" con la máscara de cuero y cuernos, que los arrieros y matarifes de Mañazo ya habían difundido y que bailaban al compás de zampoñas o sicus. Ceremonia y ritual que los trabajadores de las minas de Aullagas adoptaron y realizaban de manera similar. Teniéndose de Melchor María Mercado la lámina publicada en 1816: "Los Danzantes", a tinta y acuarela, de "personajes con caretas con cuernos en las cabezas, con los rostros: de humano el uno y de buey el otro." (Freddy Arancibia A. 2003. p.162). Ello da una muestra de la relación de las máscaras con cuernos con los toros o bueyes.



El incremento de la explotación del estaño en Oruro requirió la presencia de obreros procedentes de las minas cercanas del Norte Potosino y campesinos de los ayllus, quienes llegaron con diversas costumbres arraigadas por siglos, especialmente aquellas vinculadas a los rituales y ceremonias a Pachamama, que eran complementados con música y danzas. Entre ellas tuvo resurgimiento el "Baile de los Mañazos", danza elaborada y difundida por los arrieros procedentes de Mañazo y Puno, que era interpretada por los matarifes locales y otros procedentes de Cochabamba, como alegoría a los arrieros que llegaban con sus "cargamentos" de mercaderías desde Vilque. Siendo realizada en homenaje a la Virgen de la Candelaria o del Socavón, en la fecha anterior a los carnavales, dado que los siguientes días feriados eran aprovechados por muchos trabajadores para retornar a sus ayllus donde hacían rituales a Pachamama, los cultivos y al ganado.

Las representaciones teatrales mostradas por los evangelizadores jesuitas y otras órdenes religiosas, como la dedicada a mostrar la derrota de los demonios por el Arcángel San Miguel, denominado Auto Sacramental, habrían permitido la presencia del personaje San Miguel junto al diablo, que representaría a la deidad de la huaca o Tío. De esa forma se habrían sincretizado o mimetizado a lo largo de los años, diversas interpretaciones locales de mitología y leyendas referidas a las deidades altiplánicas, con relatos de la sociedad hispana colonial. Siendo evidente que a partir de la Danza de los Mañazos se incorpora explícitamente la vestimenta con cachos y su referencia al diablo.

Los mineros indígenas del norte de Potosí tuvieron una acción importante en el movimiento de Tomás Katari y que continuó Túpac Katari, así como los patriotas de Oruro, por lo que la jerarquía católica del Alto Perú realizó la entronización de la imagen de La Virgen de la Candelaria con la nominación de Virgen del Socavón en Oruro, en 1790, como refiere F. Arancibia (2003); se difunden diversas versiones sobre la derrota de las deidades andinas y equiparan algunas manifestaciones culturales de la población indígena con costumbres hispanas; especialmente trataron el tema de "el baile de los diablos" para que se lo interprete como el relato de la lucha del Arcángel San Miguel contra los siete Pecados Capitales, mostrando de esa manera el triunfo del bien sobre el mal, cuyo mensaje era, a manera de metáfora, el triunfo del poder colonial sobre los insurrectos. Todo ello como estrategia religiosa colonial para evitar rebotes de las acciones de los patriotas o "rebeldes" en el Alto Perú y provincias cercanas.

El asiento minero de San Miguel de Oruro fue proclamado villa el 6 de noviembre de 1606, aunque su actividad minera no fue muy próspera, quedando muchos socavones abandonados donde hubieron vetas de plata. En uno de ellos, del cerro Pié de Gallo, se ubica la leyenda del personaje Chiru Chiru o Nina Nina, difundida por el párroco Carlos Borromeo Mantilla, en 1789, quien confesó y absolvió al arrepentido malhechor antes de su muerte; hecho que fue posible por la intervención de la Virgen de la Candelaria que lo socorrió cuando se desangraba, debido a una puñalada, en una calle abandonada un sábado de carnaval. En relación a lo sucedido se encontró la imagen de la Virgen pintada sobre una pared. Esta y otra versión popular similar es narrada por Víctor Zaconeta en 1925, como también por Alberto Guerra, las que son expuestas por Fray Alfonso Massignani OSM en su "Historia del Santuario Virgen del Socavón" (2005).

Esos sucesos, de carácter milagroso, habrían motivado la devoción a la Virgen de la Candelaria entre los habitantes de Oruro a partir de esa fecha, especialmente entre los trabajadores en las minas; motivando la construcción de una ermita o capilla y muy posteriormente del Santuario.

Oruro fue creado como departamento el 5 de septiembre de 1826, luego de proclamada la independencia de la República de Bolivia, asumiendo el rango de ciudad capital. Las apreciaciones del sabio naturalista francés Alcides D'Orbigny sobre Oruro, hechas en 1833, citado por Ángel Torres Sejas en "Oruro en su Historia" (1994), denotan que los diversos acontecimientos políticos y conflictos bélicos, habrían disminuido su economía y su población era sólo de cinco mil habitantes; muchas de las vetas de plata estaban agotadas y otras abandonadas por las inundaciones. El estaño se explotaba muy poco por ser de poco valor y su comercio se realizaba aprovechando las mulas y llamas de los arrieros que retornaban al Perú. Observó actividad en sólo dos iglesias parroquiales, estando las otras, así como los varios conventos, abandonadas. Anota la existencia de las ermitas del Socavón y Copacabana.

Recién en 1892, después de la Guerra del Pacífico, se inauguró el ferrocarril de Antofagasta a Oruro, lo que posibilitó el inicio de su renacimiento debido a la actividad comercial de minerales del Norte Potosino, principalmente, y la recepción de productos de ultramar para ser distribuidos al resto del país. Se reactivó la vida administrativa, religiosa, comercial y social. Se cambiaron los nombres de las calles y se construyeron nuevas viviendas y edificios públicos. En los siguientes diez años su población se triplicó (A. Torres S. 1994).

Este auge de Oruro contribuyó el inicio de la explotación del estaño, que incrementó su valor por la actividad industrial, siendo empresas extranjeras chilenas e inglesas las más importantes, incursionando también algunos mineros bolivianos, como el caso de Simón Patiño con su mina La Salvadora y la Siglo XX, a fines de 1899 en Uncía, en el Norte de Potosí.

El incremento de la explotación del estaño en Oruro requirió la presencia de obreros procedentes de las minas cercanas del Norte Potosino y campesinos de los ayllus, quienes llegaron con diversas costumbres arraigadas por siglos, especialmente aquellas vinculadas a los rituales y ceremonias a Pachamama, que eran complementados con música y danzas. Entre ellas tuvo resurgimiento el "Baile de los Mañazos", danza elaborada y difundida por los arrieros procedentes de Mañazo y Puno, que era interpretada por los matarifes locales y otros procedentes de Cochabamba, como alegoría a los arrieros que llegaban con sus "cargamentos" de mercaderías desde Vilque. Siendo realizada en homenaje a la Virgen de la Candelaria o del Socavón, en la fecha anterior a los carnavales, dado que los siguientes días feriados eran aprovechados por muchos trabajadores para retornar a sus ayllus donde hacían rituales a Pachamama, los cultivos y al ganado.

Las danzas tradicionales como sicuris y llameros en homenaje y devoción a La Virgen del Socavón se realizaban como un hecho casi espontáneo, con un mínimo de organización; habiéndose institucionalizado la "Comparsa de Diablos de los Mañazos" en 1904 pero "sufren el desprecio de la sociedad" (Mauricio Cazorla Murillo. 2002), porque en ella participaban artesanos y matarifes. La danza se realizaba acompañada de la Entrada de "cargamentos" que llevaban mulas, llamas y vacunos ataviados con vajillas de metal y otros productos, escenificando la llegada de los arrieros comerciantes en el barrio de La Ranchería, aledaño a la ermita del Socavón de la Virgen. Este carnaval popular, que no tenía más de cinco grupos participantes, se mantuvo con esas características hasta 1931, como lo publica el periódico local La Patria, el 15 de febrero de ese año, informando que las comparsas participantes fueron: Dos de Tobas, una de Llameros, una de Sicuris y una de Diablos; como es citado por Guillermo M. Lara Barrientos (2003).

La participación de estos grupos de danzarines, durante varias décadas, era una manifestación marginal en la ciudad, tanto social como cultural, pues ya que la de ideas mercantilistas y modernistas, no era partícipe de las manifestaciones tradicionales, e incluso con diversas ordenanzas municipales propusieron prohibirlas, ya que la élite tenía su propio carnaval, con comparsas de inspiración italiana, elección de reinas y bailes de etiqueta o de gala; tal como lo consignan los diarios locales de la época, hasta el año de 1940 (M. Cazorla M. 2002).

La "Comparsa de diablos de los Mañazos" calzaban botas con espuelas, como se puede apreciar en fotografías de 1910, (Fabricio Cazorla Murillo. 2009), propias de arrieros que trasladaban ganado vacuno a los diferentes asentamientos mineros y pueblos. A quienes realizaban esta actividad y oficio de matarifes se les denominaba en toda la región alto andina con el apelativo de "mañazos", haciendo alusión a los pobladores de Mañazo, de Puno.

Los acontecimientos sociales y políticos, tanto nacionales como internacionales, favorecieron especialmente a Oruro; tales como: El traslado de la sede del gobierno de Sucre a La Paz, a consecuencia de la "Guerra Civil" de 1899; la presencia de importantes empresas mineras, especialmente inglesas y chilenas; la Primera Guerra Mundial que incrementó la demanda de estaño y otros minerales, además de la construcción del ferrocarril de Machacamarca a Uncía. Todo ello hizo de Oruro el centro comercial más importante de Bolivia en las primeras décadas del siglo XX.

En los siguientes cuarenta años a la formación de la "Comparsa de diablos de los Mañazos", ella fue la única danza de diablos de Oruro. Pero en el transcurrir de esas décadas hubieron muchos hechos sociales y políticos que influyeron en la percepción de las manifestaciones culturales populares, tales como la Guerra del Chaco (1928-1935), la sindicalización de los obreros y mineros, el desarrollo de ideologías de orientación socialista y nacionalista; motivando una mayor organización de la "Comparsa de diablos de los Mañazos", así como la modificación de su indumentaria, especialmente de las máscaras, coreografía y presentación de los "cargamentos" en vehículos motorizados. El número de participantes se fue incrementando y tuvo el reconocimiento oficial al ser invitados por el Presidente de la República: Villarroel, en 1940, a la ciudad de La Paz; además de los dramáticos y luctuosos sucesos en las minas de Catavi y Llallagua en 1942, narrados por Nestor Taboada Terán en El Precio del Estaño (1960). En el Carnaval de ese año participaron nueve Comparsas, continuando la presentación de una de Diablos, solamente, como informó el diario La Patria- Oruro 1942 (Guillermo M. Lara Barrientos-2003).

Todo ello influyó en la opinión y apreciación de sectores sociales emergentes sobre las manifestaciones culturales y tradicionales, con raigambre quechua y aymara. Por lo que en 1944 se conformaron dos nuevas instituciones: "La Fraternidad Artística y Cultural La Diablada", integrada por jóvenes de clase media: "los pijes", y el "Conjunto Tradicional Folklórico Diablada Oruro". Por ello es que la "Comparsa de diablos de los Mañazos" cambia su nominación a "Gran Tradicional Auténtica Diablada Oruro", en 1945. A partir de esa fecha: 1944, utilizan el nombre de Diablada para referirse a lo que fue Diablos de los Mañazos.

Posteriormente a los cambios políticos de 1952, que motivaron una fuerte emergencia popular y manifestaciones de identidad cultural, como la Reforma Agraria y la Nacionalización de las Minas, realizados por el gobierno del Movimiento Nacionalista Revolucionario, se constituyeron: "La Diablada Ferroviaria" (1956), "Diablada Artística Urus" y "El Círculo Cultural de Artes y Letras", en 1960. En el Carnaval de Oruro de 1961 participaron 16 comparsas, habiendo seis Diabladas, convirtiéndose esta danza como la emblemática de esta ciudad y de su Carnaval. (G. M. Lara B.-2003)

La actividad institucional de las diferentes Comparsas se oficializó con la formación del Comité de Defensa de Conjuntos Folklóricos (1963), (M. Cazorla M. 2002), para posteriormente fundar la Asociación de Conjuntos del Folklore de Oruro- ACFO; motivando la creación de comparsas de otras danzas tradicionales campesinas. Participando en el Carnaval del año 2010 la cantidad de cuarentaiocho comparsas; entre ellas fueron cinco Diabladas (www.carnavaldeoruroacfo.com).

Los mascareros de Oruro realizaron muchos cambios en el diseño de las máscaras a partir de 1935; presentan los cuernos contorneados u ondulantes, adicionaron la figura del lagarto encrestado, erguido y bicéfalo; incluyeron los focos de luz eléctrica como ojos en la máscara, para posteriormente adicionar varias máscaras pequeñas; el lagarto se asemeja a un dragón oriental, las orejas son agrandadas, lo mismo que los cuernos y los ojos, adicionándoles diversos aditamentos que las sofistican con gran imaginación y lujo. Su intención es darle mayor espectacularidad (A. Flores Corrales. 2005).

De manera similar se dan cambios en la vestimenta, introduciendo primeramente la pedrería en cada una de las piezas del vestuario, para posteriormente cambiarla por el bordado de figuras, 'siendo el dragón la más notoria, ello por influencia e imitación de esta figura estampada en pañoletes y productos provenientes de China. Habiendo dejado el uso de espuelas en las botas, e incluyendo el diseño y colorido, generalmente rojo y blanco, en ellas.

Como parte de estos cambios se tiene la elaboración de vestimentas cada vez más fastuosas, introduciendo el criterio del diseño, estética y uniformidad, produciendo un mayor dinamismo en el cambio cultural, motivado por criterios más occidentales que andinos, argumentando explicaciones antojadizas que confunden y distorsionan la originalidad de la danza. Ello ha generado críticas y opiniones controvertidas referentes a la tradicionalidad y modernidad entre los cultores y estudiosos del folklore.




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